Hace un año leí estas palabras en la graduación de los residentes de psiquiatría que realizaron su especialidad en el Instituto Jalisciense de Salud Mental (SALME).
Laura, Israel , Sergio, David y Jorge:
El día de hoy pasan a formar
parte de una gran comunidad científica e intelectual que tiene sus raíces en el
Siglo de las Luces. No olviden que los
orígenes de nuestra especialidad se encuentran firmemente sostenidas por los
principios e ideales de La Ilustración:
disipar las tinieblas de la humanidad mediante las luces de la razón.
Bienvenidos a esta tradición que hoy los hace partícipes de lo que llamamos el quehacer psiquiátrico y cuyo
paradigma es el acto de la liberación.
Cuando Pinel liberó a los
pacientes de sus cadenas en el Hospital de Bicêtre y en la Salpêtrière de
París, no sólo se convirtió en el padre de la naciente ciencia psiquiátrica
sino que estableció dicho acto como una metáfora de todo el quehacer
psiquiátrico. Freud a través del psicoanálisis liberó a sus pacientes de los
síntomas neuróticos que padecían, y Jean Delay, con la clorpromazina, liberó a
los esquizofrénicos de sus delirios y alucinaciones. Hoy, ustedes comenzarán a
escribir las siguientes páginas de esta maravillosa historia.
Su formación, como bien lo saben,
no concluye ahora, todo lo contrario, apenas comienza. Quiero pedirles una
disculpa a nombre mío y de todos sus maestros por todo lo que les enseñamos y
que en realidad no sirve. Por todo lo que les enseñamos y que no les será de
utilidad. Por lo que les transmitimos y que en realidad fue ignorancia nuestra.
No fue nuestra intención hacerlo, no fue de mala fe. Ahora deberán de
cuestionarnos y desechar lo que les estorbe, lo que les impida crecer.
¿Qué es lo que deben olvidar? No
lo sé, pero lo descubrirán en el camino, sólo manténganse despiertos. Es tiempo
de que se reinventen. Es tiempo de comenzar a desaprender y de reaprender; y de
aprender a aprender. Este proceso será muy estimulante si ahora ustedes se
rodean de alumnos. Inténtenlo.
Quiero agradecerles a nombre mío
y de todos sus maestros, por lo que hemos aprendido de ustedes. Su interés y
entusiasmo en nuestra disciplina nos desafiaron siempre a ser mejores
psiquiatras. Gracias por dar ese ingrediente. Fue un placer compartir con
ustedes un tramo de este viaja. La psiquiatría, como ya lo comprobaron en estos
últimos cuatro años, es una aventura fascinante. Nos ha tocado ser testigos de grandes
progresos científicos en nuestra especialidad, y ahora, la psiquiatría también
se reinventa, pues nos encontramos en un punto histórico en el que es inminente
la generación de nuevos paradigmas. Ahora, ya no basta con comprender la
psiquiatría sino que será necesario comprender cómo comprendemos la
psiquiatría. Después ya no bastará con comprender cómo comprendemos, sino que será necesario comprender cómo
comprendemos lo que comprendemos. ¿No es fascinante?
Tengo una sola recomendación práctica para ustedes y es muy sencilla:
sean ecológicos. Las tendencias actuales de la psiquiatría tradicional están
notablemente influidas por el entusiasmo generado por la psiquiatría biológica.
Sin embargo, la psiquiatría biológica está mal entendida, la verdadera
psiquiatría biológica no es una psiquiatría basada en el cerebro y en
neurotransmisores sino una psiquiatría
ecológica. Una psiquiatría que estudia y entiende la psicopatología de las
personas en su ambiente natural, en la unidad social básica en la que crecen la
mayoría de los seres humanos, la familia. La ecología, como todos sabemos, es
una rama de las ciencias biológicas que estudia las interacciones de los
organismos vivos y su relación con el ambiente. La psiquiatría biológica debe
ser una psiquiatría ecológica.
Desafortunadamente el término “ecológico” se ha transformado mucho en
el lenguaje popular, al grado que puede resultar confuso. Si un psiquiatra se
define como ecológico, sus colegas quizá entiendan que está a favor del
reciclaje de basura o que evita el uso indiscriminado de papel para no fomentar
la tala inmoderada.
La psiquiatría es quizá la
especialidad más compleja de todo el quehacer médico. Philippe Pinel, en su Tratado Médico Filosófico de la Enajenación
del Alma o Manía, escribió: “Me parece que la enajenación del alma, exige
más que ninguna otra enfermedad la atención de los verdaderos observadores, y
en los hospitales de locos más que en ninguna parte tiene el médico proporción
de convencerse de que la vigilancia, el servicio ordenado y regular, una
conforme armonía en todos los objetos de salubridad, y la oportuna aplicación
de remedios morales constituyen más propiamente la Medicina, que el arte
afectado de hacer pomposas recetas. ¿Pero no son al doble mayores las
dificultades que se presentan cuando principiamos esta carrera, a causa de la
extensión y diversidad de conocimientos accesorios necesarios para seguirla? ¿Puede
ignorar el médico la historia de las más vivas pasiones humanas, puesto que
ellas son las más veces las causas de la enajenación del alma? Y en este caso
¿no debe estudiar la vida de los hombres más ilustres? […] ¿Podrá describir
todas las alteraciones o perversiones de las funciones del alma, si no ha
meditado profundamente los escritos de los mejores lógicos, y si no se ha familiarizado
con sus principios? ¿Podrá darse una estrecha cuenta de los innumerables hechos
que presenciará, si sigue los caminos más trillados, y si le faltan, al mismo
tiempo un espíritu filosófico y un ardiente deseo de instruirse?”
…pero dentro de esta
complejidad no deben olvidarse nunca los
fundamentos de nuestra noble profesión:
usar los recursos a nuestro alcance para aliviar el sufrimiento de otro ser
humano. Esta práctica no pude tener lugar si no se emprende primero el camino
del crecimiento personal. Jean Delay, considerado padre de la
psicofarmacología, solía decir: “para ser médico, hay que haber vivido mucho,
hay que haber sufrido mucho, y haber guardado en el fondo del corazón un
infinito sentimiento de piedad”.